martes, 21 de mayo de 2013

España de bodega a bodega. Por Montilla y Puente Genil

Crónica de Felipe Calleja, miembro del grupo de cata BACO VIVE
No se cuántas bodegas habrá en España, tampoco las que he visitado, que no son pocas, y siempre llego a la bodega con la sensación del que va a ver una película ya vista, … pero siempre me equivoco, y al final salgo con la satisfacción de haber descubierto algo nuevo, que no conocía, y que me lleva a nuevas sensaciones, y nuevos vinos.

Me dejo llevar por la inercia del viaje, y poco a poco voy disfrutando del nuevo paisaje, de las gentes que lo habitan y de los amigos que me acompañan. Había pasado varias veces por las tierras del sur de Córdoba: camino de Málaga, de vuelta de Granada, yendo a Sevilla, y nunca me había detenido en Montilla, Aguilar de la Frontera, o Puente Genil.

Iniciamos el viaje en Montilla, en la Bodega Alvear, de la mano de su enólogo Bernardo Lucena que desvela la magia y el arte de elaborar fino, amontillado, oloroso y mi gran pasión: el Pedro Ximénez.



Pasear por esta bodega y catar sus vinos en una mañana soleada de mayo disfrutando del paisaje de los viñedos y olivares que se pierden en la distancia por la sierra de Montilla me deja las primeras sensaciones de una uva: pedro ximénez, que me va a acompañar a lo largo de estos días.

Empiezo a descubrir nuevos significado de palabras conocidas: “rocio”, “ruedo”, “velo”, “albero” y otras nuevas: “albariza” y empiezo a entender lo que encierran los nombres de “fino”, “oloroso”, “amontillado”

Si el primer contacto con el vino fue un amor a primera vista no ocurrió lo mismo con el encuentro con la gastronomía de la zona, y no por culpa de los platos sino, precisamente, por culpa del vino. Puede ser que el vino fino servido al inicio de la comida sea del agrado de los lugareños pero para el visitante que se acerca a esas tierras no debería valer cualquier fino: hay que servir el mejor. En mi caso no cambió mi aprecio por el fino, dado que venía de catar en Alvear, pero pienso en aquellos viajeros que se acerquen a los vinos de Montilla a través de un restaurante y les presente un vino de color turbio y olor desagradable. Pedirán rápidamente una cerveza o un rioja. Los municipios y el consejo regulador tendrían que hacer algo al respecto y sobre todo en estos tiempos en que las críticas de un viajero recorren las redes a la velocidad de la luz.

Pasear por Montilla me lleva al convento de las clarisas y sus dulces, a los restos de San Juan de Ávila, a la casa del Inca Garcilaso de la Vega y a la pintura de José Santiago Garnelo y Alda para terminar a los pies de las ruinas del castillo donde nació El Gran Capitán.

En esta tierra además de la vid y en lucha con ella, está el olivo. De la guerra de subvenciones, por plantar y por quitar, no entiendo, solo pretendo catar aceite, además de vino y para ello nada mejor que el molino de Juan Colín y las explicaciones de Gonzalo Bellido entre sus olivos para enamorarme de otro producto de esta tierra: el aceite de oliva virgen extra que elabora a partir de dos variedades, arbequina y picual. Catamos rodeados por los antiguos molinos del museo con el extraordinario pan que elabora la familia Bellido en Montilla.

Continuamos viaje, del molino al lagar; en este caso El Lagar Blanco, donde Miguel Cruz, nos recibe al borde de la viña en la zona alta de la sierra de Montilla desde donde contemplamos un paisaje de gran belleza y al pisar la tierra noto bajo mis pies la esponjosidad de la albariza compactada en pedruscos. Nos espera una lección magistral de cata y de elaboración de vinos; y una comida informal en la sala de crianza de la bodega. Allí en una barrica, dejamos constancia de la visita del Grupo de Cata.



Al caer la noche recorro las empinadas cuestas de Montilla donde se prepara la fiesta de Primavera en el popular barrio de La Cruz para cenar en Las Chivas acompañados del baile de un cuadro flamenco con el que terminamos la velada.

Nuevo día y nueva bodega, esta vez Pérez Barquero también en Montilla, y también nuevas sensaciones y experiencias que nos va desgranando Teresa. Catamos fino, amontillado, oloroso y un producto que no conocía: el brandy Monte Cristo. Salimos rápido porque nos esperan camino de Puente Genil para recorrer la villa romana de Fuente Álamo, junto con el propio arqueólogo de la excavación Manuel Delgado, que nos da los detalles para interpretar la historia de los primeros siglos de nuestra era a partir de los descubrimientos arqueológicos del yacimiento.


Seguimos con la premura de tiempo, que va a ser la tónica de la jornada, y llegamos a la Bodega Delgado en Puente Genil, nuevas experiencias que nos relata nuestro anfitrión, Francisco Javier Álvarez de Sotomayor, y nueva cata con sus estupendos vinos, alguno de ellos extraordinariamente secos; además, en esta ocasión, nos sugiere una mezcla: amontillado y pedro ximénez que resulta fantástica. También descubrimos un producto excepcional de esta bodega: el vinagre.



De nuevo en marcha para comer en una venta del camino, esta vez sí nos sirven un buen vino: Fino Segunda Bota de Bodegas Delgado. Y nos sorprenden unas patatas fritas cortada en finas rodajas, unas deliciosas berenjenas fritas con miel y un menú con buena relación calidad/precio.

Al atardecer llegamos a Córdoba, que esa tarde de primavera estaba radiante, cruzamos a pie el puente romano y desde allí, deprisa, deprisa recorremos ocho patios cubiertos de flores y nos vamos con el firme propósito de volver pronto a esta tierra, y mientras tanto, seguir disfrutándola a través de sus vinos y sus aceites.

2 comentarios:

  1. Como lugareño de esta zona de vinos generosos como es la D.O. de Montilla-Moriles, me alegro que a todos los componentes del grupo Baco Vive os hayan gustado sus exquisitos caldos.

    También que hayáis podido apreciar no sólo los productos de la vid, sino todos los derivados de la trilogía de la zona: pan (trigo), aceite (olivos) y vinos (viñas).

    Por último, comentaros que habéis estado muy bien asesorados por buenos conocedores cada uno de sus productos.

    Me alegro y ojalá se repitan estas visitas.

    Un saludo.

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  2. Me alegro que te hayas llevado una buena impresión.

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